viernes, 8 de mayo de 2009

Regresar es un placer.

Venga que si tenía olvidado esto, al igual que muchas cosas que pasaron a menor con lo supuesto importante de frente y nublando la visión.

Tuve el privilegio de experimentar cómo el "mundo" se detiene ante la amenaza de ver quebrantada nuestra velada fragilidad. Aquella que esquivamos a manera de protección, llenando la mente de ideas de grandeza e inmortalidad... aunque sea en letras.

La humildad, que es una virtud, si bien aplicada, nunca más obvia que viendo tapados cientos de rostros por el miedo a ser destruídos, a que nuestra perfecta, semi-perfecta o imperfecta existencia se extinga sin pedirnos permiso y con escaso aviso.

Un amigo con la intención de visitar, que lo pone a uno a pensar, si el lugar es digno, para él, para uno mismo, puede ser la razón de volver a ver aquello que habíamos olvidado que teníamos que cambiar.

A mi en lo personal, me molesta mucho ver las plantas secas del vecino que supongo ya no es y que se han convertido en legado del inquilino anterior que dejó de regarlas.

Eso, como tantas cosas, están fuera de mi control... Un presupuesto irrisorio para conseguir una línea de verdes enmacetados que no permitan que llegue a la orilla de mi balcón, desde donde inevitablemente he de voltear y ver las hojas muertas y recordar que había de muchos, flores de colores.

Saber hacia dónde mirar es a menudo desconocido, quizá haya que forzarnos un poquitín con esa artimaña casi ridícula de cactáseas que privan a mis pies el continuar avanzando, para sólo tener chance de voltear hacia otro lado.

Al verde de enfrente que es público, al azul de arriba que es gratis, a esa bola blanca y brillante a la que se supone ya viajamos y a toda la serie de lucecitas que tintilean sin conciencia de nuestra gran limitante a vencer: poder ver lo bueno.

Gracias Xochimilco, gracias Wal-Mart, cuando dejé de ver lo poco de abajo, recordé lo mucho de adentro...
Y esto fue lo que se me escapó.

Mira, qué padre el Sol. Hoy toca regar de noche.

ILuVIuM